¿Cómo surgió el proyecto?

Era un día soleado en la Sierra de Segura, y David, un joven aventurero de 25 años, se preparaba para una de sus pasiones más grandes: el parapente. Con el viento soplando a su favor y una sonrisa de emoción, se lanzó al vacío, sintiendo la libertad que solo el vuelo podía ofrecer. Sin embargo, lo que comenzó como una experiencia extraordinaria se convirtió en una pesadilla cuando una ráfaga de viento colapsó su parapente y terminó cayendo sobre una ladera desde una gran altura.

El accidente lo dejó con múltiples fracturas y una larga recuperación por delante. Durante meses estuvo en una silla de ruedas enfrentando no solo el dolor físico, sino también una profunda sensación de pérdida. El accidente le robó, de manera brusca, su amor por la aventura y la independencia. Durante su convalecencia, David se sumergió en la búsqueda de respuestas. Buscaba entender cómo pudo haber sucedido aquel desafortunado evento y, sobre todo, cómo podría volver a encontrar sentido en su vida.

Fue durante su proceso de sanación, mientras exploraba diferentes formas de terapia, que David descubrió el poder transformador de la terapia de sonido. Fascinado por cómo las vibraciones podían sanar tanto el cuerpo como el alma, se embarcó en un viaje de aprendizaje. Cada sesión lo acercaba más a la paz interior que había perdido tras su accidente.

Movido por el deseo de compartir su descubrimiento con otros, David regresó a la finca familiar, un antiguo lugar donde había pasado parte de su infancia. La finca había estado en desuso desde hacía años, pero David lo veía como un lienzo en blanco. Con la ayuda de familiares comenzó a reformar el espacio, convirtiendo las viejas habitaciones en acogedoras salas de meditación y los patios en áreas para retiros al aire libre.

No fue fácil al principio. Hubo días de dudas, de recaídas y de enfrentamientos con su propia sombra. Pero cada vez que se sentaba a tocar el Gong o a hacer sonar un cuenco de cuarzo, encontraba una nueva fuerza. Las vibraciones resonaban en su interior, llevándolo a lugares de calma y reflexión.

La transformación de la finca no solo fue física; también fue un renacer espiritual. Los participantes pronto se dan cuenta del impacto que las vibraciones y la música tienen en sus emociones y bienestar. David utiliza su propia experiencia de sufrimiento y recuperación para conectar con los demás, ayudándoles a liberar traumas y encontrar su camino hacia la sanación.

Con el paso del tiempo, David aprendió que la verdadera aventura no residía en buscar emociones extremas, sino en ayudar a otros a encontrar su paz, sanando juntos a través del sonido. La finca se convirtió en un refugio seguro, un lugar donde la esperanza florecía entre cada nota musical y cada rayo de sol que se filtraba a través de los árboles.

Así, con cada retiro no solo se restaura la finca familiar, sino que también se renueva su propio espíritu, celebrando cada día como un regalo invaluable.

Finalmente, llegó un momento en que miró hacia atrás y notó cuánto había cambiado. No solo había sanado su propio cuerpo, sino que también había reconfigurado su vida. Desde entonces, cada sonido que emanaba de un cuenco o un Gong no solo curaba a quienes estaban a su alrededor, sino que también resonaba con su propia travesía, recordándole que la vida es, por encima de todo, un viaje de transformación.

Somos almas jugando a ser humanos,  el cuerpo físico es un disfraz que nos ponemos para vivir una experiencia, y el único camino para pasarse el juego y trascender la experiencia humana es el amor, la gratitud, la sanación y el servicio a los demás.

En su corazón, David entendió que el accidente había sido una puerta hacia su verdadero propósito. La muerte, así como la vida, son solo partes de un ciclo interminable, y él estaba decidido a vivir plenamente en cada nota, en cada respiración, y en cada momento compartido en la finca que ahora se ha convertido en un hogar para el alma.